Pasaba por aquí | Carlos Marañón

Las pretemporadas de mi vida

Los veranos solían ser traumáticos para varias generaciones de futboleros. Si la Eurocopa o el Mundial no alargaban la temporada...

Las pretemporadas de mi vida
Carlos Marañón
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Los veranos solían ser traumáticos para varias generaciones de futboleros. Si la Eurocopa o el Mundial no alargaban la temporada, las vacaciones de julio y agosto (la Liga no llegaba hasta el primer fin de semana de septiembre, después del Carranza) tenían su cara B: además de esos buenos momentos de veraneo en el mar o en el pueblo, el bello estío también tenía su lado oscuro: el verano era un erial bañado por el sol de horas interminables deambulando, haciendo la digestión, maldiciendo las corridas de toros televisadas o rellenando absurdos cuadernos de verano. Días sin fútbol.

Yo recuerdo mendigar periódicos deportivos de pocas páginas, escuchar algún fichaje a los sustitutos de los programas de radio, más cortos y sin carruseles, o esperar los deportes del telediario de la cadena única para cazar algún gol de torneo veraniego que no siempre llegaba (¡había noticieros sin fútbol!). El único alivio era jugar al fútbol, pero un niño de ciudad como yo no siempre encontraba quorum de amigos que le sacase de los goles de pasillo. La desazón de los futbolheridos veraniegos fue mutando: empezaron a televisar todos los trofeos de verano, llegaron aquellos triangulares con el Atlético Mineiro o el Gremio de Portoalegre en Antena 3, donde aprendimos que tangana era en realidad tángana y fuimos tirando, pero algo de trauma todavía queda.

Todo lo contrario, como jugador siempre me encantaron las pretemporadas. Todo ilusión, todo expectativa, solo en casa mientras la familia seguía de vacaciones, me sentía un elegido. Me pasaba como al gran Raúl Ruiz, ese futbolista que se convirtió en reportero por su desparpajo natural para contar historias del otro fútbol y por la intuición genial de Michael Robinson.

Pretemporadista nato, máximo goleador de todos los veranos (mejor título no oficial junto con los pichichis de los partidillos de los jueves) lo cuenta en Las temporadas de mi vida, el libro de fútbol más divertido que he leído en mucho tiempo, un relato en primera persona de los muchos equipos por los que pasó que nos devuelve al fútbol más humano, incluido aquel Numancia descubierto a través de la cámara de Raúl.

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Si los veranos aún te parecen un páramo vacío y triste sin fútbol, y aunque el Real Madrid haya inventado la pretemporada de competición con el Mundial de Clubes, si no sabes qué hacer de aquí a que se normalice la temporada (las jornadas de agosto son también un trampantojo futbolístico), el libro de Raúl, canchero, pícaro y emotivo te va a salvar la pretemporada.

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